El arte del escaqueo
Magazine| 29/03/2012 - 23:59h
Las patronales alemanas rumian cómo acabar con las pausas que durante la jornada laboral los trabajadores se toman, cada tanto, para salir a la calle a fumar un pitillo. Llevan tiempo echando cuentas y calculando que, desde el momento en el que un trabajador se levanta de su puesto, llega a la calle, saca el pitillo de la cajetilla, lo enciende, se lo fuma y vuelve, pasan diversos minutos, más o menos minutos según su puesto esté lejos o cerca de la calle. Basta entonces multiplicar la cantidad de minutos invertidos en esa pausa por el número de pausas que el trabajador hace a lo largo de la jornada (y multiplicar el resultado por el número de trabajadores que las hacen) para ver que la cifra resultante no es despreciable. El presidente de la Confederación Alemana de Pymes se queja de que "las pausas para fumar cuestan a las empresas dinero contante y sonante y alteran el desarrollo del trabajo". La presidenta de otra de las patronales –la Asociación de Pymes– va más allá y dice que hay que acabar con ellas porque suponen una discriminación para los no fumadores, ya que, mientras los que fuman se ausentan, los que no fuman permanecen en su puesto sin excusa para salir un rato a estirar las piernas.
Pues mira que la solución es fácil (para los trabajadores no fumadores, se entiende). Desde que entró en vigor la ley del tabaco –incluso desde antes, cuando muchas personas empezaron a darse cuenta de que era injusto estar en un restaurante comiendo y echando el humo a la cara de los no fumadores–, muchos de los amantes del tabaco tomaron la costumbre de, cuando querían fumar, levantarse de la mesa y salir a la calle. Ello hacía que, en las comidas multitudinarias –familiares, por ejemplo–, los que no fumamos estuviésemos sin levantar el culo durante las dos o tres horas que dura una comida de esas mientras veíamos cómo, de cuando en cuando, los fumadores se levantaban tan ricamente y salían unos minutos, al cabo de los cuales volvían la mar de frescos. Un día lo vi claro. No soy fumador, pero entré en un estanco y me compré una cajetilla y un encendedor, de modo que en la siguiente multitudinaria comida familiar, pasé a ser uno de los que cada tanto se levantan y salen a la calle. Es imprescindible, eso sí, que cuando te levantes de la mesa vean que en una mano llevas la cajetilla. Al principio te preguntarán: "Pero, ¿cómo, ahora fumas?". Pregunta a la que puedes responder de diversas formas. Puedes decir que sí, que te has enganchado ahora, o incluso puedes decir la verdad: que en realidad no te gusta fumar y que, simplemente, lo haces para poder levantarte de la mesa como hacen los fumadores y así salir a dar un garbeo. Si dices esto, lo más probable es que rían y crean que no es más que una ocurrencia. Desde hace un par de años eso es lo que hago en cada comida multitudinaria a la que me toca asistir, pero, si trabajase en una oficina, harto de ver como los que fuman se levantan cuando les sale de las narices sin que nadie les diga nada, haría exactamente lo mismo. En el fondo, fumar o no fumar es lo de menos: lo importante es escaquearse diversas veces al día, estemos o no en recesión.
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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